Por: Iván Escobar
Todo el ambiente angustioso y preocupación por el COVID-19, nos ha llevado a aislarnos, unos voluntariamente y otros de forma obligatoria. En El Salvador son más de 100 días de encierro para muchos, y cese de toda actividad productiva.
En este tiempo de confinamiento hemos tenido que ver la partida física de amigos que tristemente no volveremos a ver, cuando todo esto haya pasado. Las noticias nos alteran, estamos pendientes de las estadísticas, nuestros nervios se descontrolan, y los temores y miedos se agudizan.
El pasado lunes 22 se fue un gran amigo, de quien muchos sentimos su muerte. Jorge Alberto Ramírez, era una persona que muchos conocimos en el mundo de las artes, la literatura, las letras y la poesía. Fue allá, por 2011 cuando llegué a la Casa Tomada del Centro, cuando fue recibido por Obed Alfaro, Roberto Guevara, y Jorge Ramírez.
Desde entonces comenzamos una amistad y una alianza que nos permitió recorrer muchos espacios del centro histórico de San Salvador. Don Jorge fue una persona que constantemente trabajaba en su mente proyectos artísticos, fue así que al poco tiempo de aquellos años se consolidaron los domingos de tertulia literaria, en el cual disfrutamos con muchos las conversaciones directas con los escritores, nacionales y extranjeros con quienes compartimos, fue ahí donde tuve contacto con el poeta Vidal Garay, quien falleció en este mes de junio también, y quien al igual que don Jorge deja un vacío en la cultura urbana de nuestro país.
Uno de las grandes felicidades de don Jorge, fue la edición de su primer poemario, el cual salió a la luz en 2018. También estaba preparando otro poemario, así como un libro de historia reciente del país, los cuales quedan en sus manuscritos.
También en este período de encierro por la pandemia falleció Dani Portillo, otro gestor cultural, escritor e intelectual salvadoreño, de quien no pudimos despedirnos, más que a través de las redes sociales.
Hace cerca de un año, conocí en un conversatorio sobre el centro histórico, al ingeniero José Mario Olmedo Baratta, nieto de la intelectual María de Baratta y de Augusto César Baratta del Vecchio, quien edificó importantes templos en el país, como la iglesia El Calvario. Un hombre que tenía, al igual que don Jorge, que Vidal Garay, que Dany, mucho que compartirnos, que enseñarnos y aprender más sobre ellos.
En esta vorágine de miedos y temores de todo tipo, también nos llegó esta semana la noticias sobre la muerte de Jaime Calderón, mejor conocido como Jim Casalbe, escritor y maestro de arte de muchas generaciones.
La muerte está en su apogeo en este 2020. Está impactando en todo el mundo, y nuestro país no es la excepción, un virus mortal nos acecha, y la preocupación, los impactos psicológicos se consolidan, llevando a muchos al miedo total.
Hoy nos tenemos que resignar con el despido virtual. Nos queda el compromiso de que quienes quedemos vivos en este período, de darle reconocimiento merecido a estos artistas, intelectuales, y maestros que nos compartieron tanto.
Nos duele la partida de un amigo, y más cuando la cantidad aumentó de forma abrupta, pero me conforta la unidad que logramos con los que quedamos, a pesar de la distancia, y con el aprovechamiento de las nuevas tecnologías, nos unimos en la distancia para enfrentar y rescatar la memoria de los que dejan.
Por ejemplo, con Jim Casalbe, me quedó la deuda de hacer un conversatorio con él sobre su trayectoria, era de las personas que no gustaban del protagonismo, sino más de enseñar. Pero hablaremos sobre ti, cuando se pueda.
Al igual que con Vidal Garay, haremos un conversatorio en el que estén sus amigos, y familiares presentes, para reivindicar su memoria, su legado literario.
Con Dani, nunca logramos coincidir para adquirir el libro que comerció a finales de diciembre el año pasado, elaborado de forma artesanal, y que desde el primer momento que lo vi, me pareció buenísima edición. Espero conseguirlo pronto, pero me alegró que en tú último recital pude escuchar tus poemas, entre ellos aquel poema que a muchos nos puso a pensar y que prácticamente era tú despedida.
Con el Ing. Olmedo Baratta, nos quedó la deuda de otros conversatorios que íbamos a compartir, pero le agradezco su amistad, su apoyo, y sobre todo las anécdotas que nos compartió, como la charla en el Castillo Venturoso, que con entusiasmo la transcribí y pude hacérsela llegar.
Y con don Jorge, nos quedó pendiente tantas conversaciones, al igual que con los demás, y la mayor deuda fue que luego de terminado todo este período de confinamiento, él quería que hiciéramos una reunión y un conversatorio en el cual analizáramos las dificultades del gremio artístico, sus retos, y la necesidad de la organización. “Reunámonos y hablemos eso”; fueron las palabras de aquella breve conversación que tuve vía teléfono, en mayo de este año.
Nos quedó tanto que hacer, nos quedaron tantas tazas de café que compartir, caminatas, conversaciones y temas. Pero me siento orgulloso de haber podido compartir y aprender de cada uno de ustedes. Hasta siempre, que su luz de conocimiento y aprendizaje nos siga acompañando en este período oscuro para llegar al horizonte trazado.