Primera Parte
Afrodescendencia en El Salvador
Lienzo de Quauhquechollan.
Por: Iván Escobar
A inicios de este año, estaba en un consultorio privado con mis hijas esperando una cita odontológica. Mientras leí, y la lista de pacientes avanzaba, escuché la voz de un hombre que conversaba con una mujer, eran los padres de dos adolescentes que aguardaban su cita. En la conversación, el hombre en repetidas ocasiones mencionaba que era originario de Chalatenango, y que su padre “era chelón”, en referencia a que era blanco y ojos claros.
Elementos que recalcó una y otra vez durante su plática. Mientras escuchaba, le busqué con la mirada, y lo alcance a ver que era un hombre de complexión morena. Y fue en ese momento, cuando volvió a enfatizar que su padre, y sus hermanos todos eran “chelitos”, y añadía “yo salí, morenito”, mientras miraba con una leve sonrisa a su hija.
La conversación, refleja una realidad que constantemente vemos en El Salvador, y que quizá muchos pasamos desapercibidos, no queremos aceptar ningún vínculo con poblaciones indígenas, y mucho menos saber qué tenemos una vinculación con la raza negra.
Este tema, lo conversé hace unas semanas con la antropóloga salvadoreña, Marielba Herrera, quien además de tener descendencia negra, está orgullosa de ello, y ha trabajado en los últimos años en la búsqueda de esos vínculos reales de la presencia negra en tierras cuscatlecas.
Y es que hablar de afrodescendencia en El Salvador, se suele ver como un tema novedoso, no obstante, se sabe que la presencia de negros en El Salvador tienen presencia desde el siglo XVII, en un inicio con la esclavitud, llegaron las primeras comunidades, que luego se diseminaron en el territorio. Al llegar a tierras salvadoreñas, y pasar a ser parte de la sociedad, integraron comunidades en distintas zonas en las cuales han permanecido hasta nuestras fechas, con características propias de la cultura negra.
El escritor salvadoreño, Rafael Rodríguez, comentó el año pasado durante un conversatorio literario, que en el país llamar a alguien “indio” o “negro” se hace con la finalidad de hacer sentir mal a la persona, que es otra forma de no aceptar la diversidad cultural. “…Todavía el decir: “Sos un indio”, “Pareces indio”, es algo despectivo. Y decir, yo soy chelito, no tengo ninguna sangre indígena”, comentó.
Al tiempo que recuerda que hay estudios científicos en los cuales “se sabe que los salvadoreños tenemos: entre el 70% y 80% de genes indígenas, aunque seamos chelitos, aunque no nos guste, 70% de genes indígenas; un 10% de negros, hay estudios sobre la negritud del salvadoreño; y algo de asiático, y solo 2% o 3% de español”, compara, respecto a datos conocidos en los últimos años. “En nuestros genes llevamos esta herencia que tenemos que conocer”, remarca Rodríguez.
Desde cuándo hay presencia de población negra en El Salvador
¿Cuándo llega la población negra a El Salvador? Ante esta interrogante, Marielba comenta que “la población negra esclavizada llega al actual territorio salvadoreño desde el siglo XVII, más o menos. Algunos lo mencionan ya desde el siglo XVI, pero ya con un mayor porcentaje en el siglo XVII”, según las indagaciones que hasta ahora ha desarrollado en torno a esta temática.
Y una evidencia clara de presencia negra en estas tierras centroamericanas, es el Lienzo de Quauhquechollan, “que narra la conquista de Guatemala, y ahí se ve a un negro con su traje tribal”.
Entre las principales actividades que desarrolla la población negra, que en un primer momento llega como esclavos, es desempeñando tareas en las haciendas añileras, producto de exportación nacional, que antes del café, fue una de las principales fuentes de ingresos para la economía local.
“Las migraciones forzadas de africanos esclavizados en toda la costa Pacífica van a ir a través del comercio, que lo identificamos en el Pacífico desde el Perú, desde callao, subiendo hasta Panamá, luego llega al Realejo, en el Golfo de Fonseca, luego llega a Acajutla, y luego hasta México”, precisa un tanto la conocida ruta pacífica.
“Por ejemplo, en mi familia afro, mis bisabuelos y tíos abuelos, eran mujeres panaderas y los hombres eran zapateros. Tenían bien claras sus funciones”, en referencia a las comunidades que habitaban por ejemplo, en la capital.
La antropóloga señala que hay evidencias documentales, en las cuales se ha conocido de presencia de amplias cantidades de población negra en el país. “Se descubre una cantidad enorme de hombres y mujeres, incluso niños, y bebés que fueron vendidos y comprados en todo el territorio”. La zona de occidente, específicamente el departamento de Sonsonate fue un punto de llegada de población negra, esto ha sido evidenciado en las investigaciones del historiador Pedro Escalante Arce, señala Herrera.
Entre las principales actividades que desarrollaban destacan: trabajos en ganadería, en agricultura, en el añil más adelante, también en los ingenios de hierro, en el cacao”, precisa. Y agrega que con el cultivo del cacao, se conoce el trabajan de niños negros esclavizados en grandes cantidades.
Como evidencia de esta presencia, existen “documentos históricos” que datan del siglo XVII, donde hay evidencia de población negra en zonas como la Bahía de Jiquilisco, en Usulután; o en la zona del Golfo de Fonseca, en La Unión, desarrollando diversas actividades y ya asentados como comunidad. “Conocemos como Meanguera, antes era la isla Meangola, hay que recordar que Angola es un lugar alusivo a África. O la isla Negrillos, o la isla Mosambique, que era otra que estaba en la zona del Golfo. Entonces hay todos estos referentes históricos de una población fuerte, a donde llegan le ponen el nombre de su lugar de origen”, dice Herrera, quien considera que a lo largo de la historia local, ha existido un interés por ocultar esta presencia, por diversas razones.
Hoy una de sus tareas, como descendiente afro, es rescatar la memoria, evidenciar la presencia de comunidades y la existencia actual, ya adaptados a los nuevos tiempos. Considera que hay cantos, bailes, tradiciones afro que se entremezclan con la cultura mestiza e indígena, que permite explorar estas rutas.
(continúa…)