Por: Iván Escobar
El profesor en Bellas Artes, Augusto César Baratta del Vecchio, nació 1887 en la región de la Toscana, Italia; descendiente de los administradores de la reconocida cantera de Carrara, cuna del mármol en el viejo continente. Siendo aún muy joven y con un entusiasmo por las artes, la escultura, la arquitectura llega a El Salvador durante la administración del Presidente Manuel Enrique Araujo, quien le deja encomendado una serie de obras arquitectónicas, de las cuales muchas de ellas aún siguen en pie en el presente siglo.
A su llegada a El Salvador Baratta del Vecchio conoce y pronto contraen matrimonio con la salvadoreña María Mendoza de Baratta, autora del libro “Cuscatlán Típico” investigación que recoge la esencia folclórica. Y desde 1913, atraído por la cultura local y el afán de explorar nuevas tierras se enamoró del país centroamericano, el cual adopta como tierra propia y renuncia por circunstancias de la época a la nacionalidad italiana quedándose acá de por vida, compartió recientemente su nieto, el Ing. José Mario Olmedo Baratta.
El descendiente de los Baratta compartió anécdotas y fotografías inéditas – ahora digitalizadas – del legado arquitectónico de su abuelo, durante el conversatorio: “El patrimonio desaparecido y el legado arquitectónico de Baratta del Vecchio en El Salvador”, organizado por Sivaresque, y desarrollado en las instalaciones del Museo de Arte Popular de El Salvador.
En términos generales Olmedo Baratta, dijo que El Salvador ganó mucho con la llegada de su abuelo, ya que él puso todo su empeño en cada proyecto encomendado, estudió la identidad nacional junto a su esposa, aprendió de ella y logró plasmar en cada detalle dejando un valioso legado arquitectónico, del cual muchos hoy en día podemos disfrutar.
“Mi abuelo se enamora de América…La Ceiba de Guadalupe, que la construye él, es como la concepción de decir: yo soy americano; (con) El Calvario, no, esa es su expresión de lo clásico”, comentó su nieto.
Por su parte, el fotógrafo urbano Dylán Magaña, precisó que “este es el primero de una serie de conversatorios dedicados al patrimonio arquitectónico, y qué mejor manera que comenzar con los arquitectos, los constructores, los que estuvieron a cargo del desarrollo cultural, social de El Salvador. Tenemos como eje, el centro histórico de San Salvador. Nos parece importante el rescate de la memoria histórica”, resaltó el también responsable del esfuerzo Sivaresque.
Baratta y las Bellas Artes
El nacer en la cuna de la materia prima de la escultura mundial, y provenir de una familia cercana a la roca, el marfil, y el cincel, llevó al joven Baratta del Vecchio a estudiar en una de las más importantes academias de arte italianas, graduándose de profesor de Bellas Artes, con el tiempo continuó su formación autodidáctica y desarrolló
impresionantes métodos construcción que le permitieron una variada obra urbana.
Olmedo Baratta aclaró que su abuelo no fue ingeniero, ni arquitecto, ni ilustrador, ni obtuvo ningún título de estas ramas, pero sin duda llegó a dominar todas estas disciplinas de la construcción, incluso otras ramas que le permitieron darle un sello original a cada uno de sus proyectos, muchos de ellos quedaron a nivel de planos, pero hoy en día son verdaderas joyas valiosas y de alta calidad para la arquitectura local, expresó al mostrar con orgullo algunos de estos dibujos, planos y fotografías digitales.
El legado de Baratta del Vecchio
La Parroquia El Calvario, incrustada en el centro de San Salvador, es una verdadera obra del clásico italiano, con estilo gótico, una obra impresionante en estos días, y que en su momento contó con un sistema de construcción de alta calidad y rigurosidad por parte del profesor Baratta del Vecchio.
El templo se construyó por primera ocasión en 1660 pero se destruyó a causa del terremoto de 1854; un segundo templo se erigió en madera, el cual se incendió en 1908; y fue durante la administración de los padres Somascos, específicamente del padre Antonio Brunetti (1871-1921), que la obra de Baratta del Vecchio comienza a edificarse, una primera etapa de su construye entre 1925-1932; la segunda etapa, fue entre 1932-1938; y la tercer etapa entre 1938-1951 cuando se concluye su construcción.
Olmedo Baratta enfatizó en que cada obra guarda valiosos detalles, como el trabajo que hizo en la Escuela de Artes y Oficios, y que en tiempos de Maximiliano Hernández Martínez se declara Casa Presidencial en San Jacinto, al sur de la capital, “la es Casa Presidencial no la hace mí abuelo, pero sí la remodela él, y ahí se ve la formación escultórica de mí abuelo, todos los detalles él los hace”.
Otra de las obras aún firmes es el ex Hospital de Niños Benjamín Bloom, estructura que hoy resguarda las instalaciones del Hospital “Primero de Mayo” del Instituto Salvadoreño del Seguro Social.
“El primer hospital Bloom está diseñado y construido como un hospital típico de la Toscana, una belleza era. Una estructura de concreto de 1925”, recuerda Olmedo Baratta, quien lamenta que hoy la estructura por ampliarla se le aumentaron dos pisos sobre la estructura original, y se selló la que fue entrada general, pero aún se conservan detalles originales.
Otra de las construcciones, y que lastimosamente ya no existen eran las aduanas del Puerto de La Libertad, “que eran una belleza”, recordó; las mismas fueron diseñadas acorde al ambiente de la zona.
Respecto a la Villa Cipatli o Casa Maya, ubicada en la Colonia Atlacatl en esta capital, es una estructura aún de pie hoy en día, y que llama mucho la atención, pues su diseño recrea elementos indígenas.
“Mi abuelo se ve tan impresionado por lo nuestro que él por ejemplo, y lástima que ya no hay, todavía hay una Unidad de Salud, que es la que está entre el Bulevar Venezuela y la Alameda Araujo, las Unidades de Salud, al igual que algunas escuelas las hizo con este estilo Mayas, y todo, mi abuelo entró en esa onda de cuestiones Maya”, afirmó.
“La Villa Cipatli, que ahora le dicen en el caló popular Casa Maya…era la quinta de recreo de Benjamín Bloom. En los años 60´s ahí (en esa casa) fue Acción Cívica militar, y tenía unos detalles en las columnas (delanteras) que eran unos indios, que mi abuelo los había esculpió, aparecieron (después) en una casa de la Colonia Centroamérica, puestos. Que era del coronel que había sido director de Acción Cívica Militar, los arrancó de ahí y los fue a poner, y los pintó de todos colores”, comentó.
Hoy en día, La Ceiba de Guadalupe es uno de los templos más emblemáticos del país, fue construido por el profesor Baratta del Vecchio, a mediados del siglo pasado, y sigue tan vigente como el día que se hizo; así como la Iglesia de Juayúa, en el occidente; y otras estructuras urbanas que son una muestra del intenso y trabajo de un hombre que llegó con muchos sueños, los cuales alcanzó con mucho esfuerzo.
En los planos quedaron recuerdos, muchos de ellos fueron sometidos a concurso no ganaron pero son valiosos aportes en la actualidad coinciden profesionales, ubicándole como un referente del urbanismo en El Salvador. Además en su tiempo Baratta del Vecchio se ganó la confianza de mandatarios, funcionarios, familias destacadas y personalidades de la época que le encomendaban obras arquitectónicas que le permitió dejar en cada una de ellas su sello, su estilo propio.
Baratta del Vecchio es y seguirá siendo un hombre que demostró que no existen fronteras ni obstáculo alguno para crear, para desarrollar el arte y sobre todo para plasmar las ideas propias en cada pieza.